Los sondeos realizados a nivel mundial muestran que Lula es, de los jefes de gobierno del mundo, el más popular -superando a Obama. Algo que no sucedía hace un año atrás. Dentro de su país mantiene, al terminar el segundo mandato, un nivel de aprobación del 80%. Es la mayor cifra alcanzada por un presidente en su país en tres décadas, desde que se realizan sondeos sistemáticos. Algo similar sucedió con Bachelet en Chile y Tabaré Vázquez en Uruguay: terminaron sus gestiones recientemente con un nivel de popularidad similar al de Lula. En Bolivia, cuando Evo Morales fue reelecto a fines del año pasado, estaba finalizando su primer mandato con un nivel de aprobación de 65% y Uribe, en Colombia, termina el segundo con 70%. En América Central parece suceder algo similar, ya que los presidentes de Panamá (Martinelli), El Salvador (Funes) y Costa Rica (Chinchilla) también tienen niveles de apoyo en la opinión pública cercanos al 80%, aunque en este caso comienzan o están en la primera mitad de sus períodos. Aun en el caso de México, pese a la violencia del narcotráfico y a la derrota en la elección de medio mandato, el presidente Calderón mantiene un nivel de aprobación superior al 50%.
Ello sucede cuando en el resto del mundo los niveles de aprobación de los liderazgos políticos son mucho más bajos. Comenzando por el continente, con Obama sucedió lo que normalmente tiene lugar: al asumir tenía 72% y al año había descendido a 46%, estacionándose en este porcentaje desde entonces. El primer ministro de Canadá, por su parte, no llega al 40%. Pasando a Europa, el nivel de aprobación promedio de quienes presiden los gobiernos no llega al 40%. Brown acaba de ser derrotado, Sarkozy ha perdido las elecciones locales, Zapatero va camino a perder las próximas y Berlusconi está muy cuestionado. Merkel era la figura más sólida, pero la participación de Alemania en el salvataje de Grecia acaba de hacerle perder las elecciones en el estado más importante del país. La popularidad de Putin en Rusia ha tenido un descenso importante en el último año, quedando en 44%. En Asia, los sondeos adjudican a los gobiernos de Japón y Corea del Sur niveles de aprobación más bajos que los de América latina y lo mismo está sucediendo con la India, donde la inflación se ha transformado en la bandera que faltaba a la oposición para articularse.
No parece clara cuál es la causa de la alta popularidad de los gobiernos que están terminando en América del Sur. Los éxitos del modelo de izquierda moderada o de versión latinoamericana de la social-democracia, que representa Lula en Brasil y lo hicieron Bachelet y Tabaré en Chile y Uruguay, pareciera ser una hipótesis posible. Pero no lo es ya que el fenómeno alcanza también a un presidente de centro-derecha, como Uribe, y a otro de izquierda populista, como Evo Morales. La economía no parece una hipótesis clara, ya que 2009 ha sido un año de recesión tanto en la región como en el resto del mundo, aumentando el desempleo, la pobreza y la indigencia. Incluso los dos presidentes con menor aprobación de América latina, que son Alan García en Perú y Cristina Kirchner en la Argentina, no han tenido una mala economía (por el contrario, el primer país tiene la mejor de la década). Que ambos sean los únicos presidentes de América del Sur que son políticos profesionales, puede ser una hipótesis atractiva. Es que América del Sur es la región del mundo con menos políticos de profesión en la presidencia. En Brasil se trata de un líder obrero, en Venezuela de un militar y en Paraguay, un obispo. En Ecuador, gobierna un economista de profesión y en Bolivia un líder indigenista. El nuevo presidente chileno es un empresario y el uruguayo, un ex líder guerrillero. En Colombia, Uribe no es un político profesional típico. Puede ser una hipótesis, pero no es contundente.
Esta situación ha generado el fenómeno de las limitaciones de los presidentes populares para hacer ganar a sus candidatos. Uruguay y Chile muestran dos modelos. En el primer país, Tabaré logró con su popularidad el triunfo de su candidato (Mujica), inicialmente resistido por el electorado moderado por su pasado guerrillero. Pero en Chile sucedió lo contrario: Bachelet, que pese al terremoto entregó el poder con 80% de aprobación, no logró imponer a su candidato -el ex presidente Frei-, llegando al poder la derecha, que ganó así su primera elección en más de medio siglo. La próxima presidencial en la región es la de Colombia. Mientras algunos sondeos dan ganador al candidato opositor (Mockus), otros lo dan al oficialista (Santos). Se mantiene, en consecuencia, la duda de si la alta popularidad con la cual está terminando Uribe, se trasladará o no a su candidato. La siguiente elección relevante es la que tiene lugar en Brasil en octubre, con un panorama similar. Mientras algunos sondeos dan una ventaja importante al candidato opositor (Serra) de entre 6 y 10 puntos, otros otorgan a la candidata opositora (Rousseff) casi paridad. Brasil es el primer país en población de América del Sur y Colombia, el segundo. Ambos tienen elecciones presidenciales en los próximos meses y en los dos la gran pregunta es si los presidentes, que terminan con alta popularidad, podrán o no transferirla a sus candidatos.
En este marco, nuestro país ratifica una vez más su singularidad. En la región, se plantea que presidentes con 80% de popularidad pueden perder la elección presidencial y en la Argentina, hay quienes piensan que un gobierno con menos del 30% de aprobación, podría ganarla.
El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría
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